Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, enero 28, 2013

El linaje de los Valdés Barro


Catedral de Saltillo


El oficio de Cronista de la Ciudad no solamente requiere la referencia o consignación de fenómenos sociales y de sus manifestaciones en el tiempo y en el espacio, sino también de todo el andamiaje cultural sobre el cual está construida la comunidad. Por supuesto, las leyendas entran en esta sección, ya que forman parte del folclor local que nos distingue de otras ciudades norteñas. 

Una de las funciones importantes de los viejos Cronistas peninsulares, mis antecesores en el cargo (por haberlo trasplantado a la Nueva España) es la crónica o historia de los linajes o familias. Tenemos un buen ejemplo en Soria, la ciudad de “los doce linajes”. 

Torreón es una ciudad nueva poblada con viejos linajes. Muchos de ellos proceden de las familias fundadoras de Saltillo o Monterrey. Y para muestra, un botón. El domingo pasado presenté una leyenda relacionada con la familia de los Valdés Barro. Hoy, en cambio, presento una breve historia genealógica y documentada de dicha familia, fruto de mi incansable afán por localizar los orígenes de las familias laguneras (cualquiera que sea su estrato o clase social) por medio de la investigación en archivos. No se debe confundir “leyenda” con “historia”.   

Don Eulogio Valdés Barro, hermano completo de don Juan Valdés Barro,  nació en  el rancho de “El Chiflón”, jurisdicción de General Cepeda, Coahuila, el 8 de marzo de 1864. Fue bautizado el 13 de marzo de 1864 en la entonces vice parroquia de San Francisco. Fueron sus padres don Jesús Valdés y doña Gumesinda Barro, vecinos del “Chiflón”. 

Los padres de don Eulogio, don Jesús Valdés Ramos y doña Gumesinda Barro de los Santos, casaron el 26 de abril de  1863, en la vice parroquia de San Francisco de Asís, en General Cepeda, Coahuila. El de 35 años, viudo, “originario y vecino del Chiflón”, hijo de don Ignacio Valdés y de Josefa Ramos.  Ella era hija de don Miguel Barro y de Filomena de los Santos. 

El abuelo materno de don Eulogio, don Miguel Barro, fue bautizado el 17 de octubre de 1808 en el Sagrario Metropolitano de Saltillo, como “José Tereso Miguel de Jesús Barro Gómez”, hijo de don Manuel del Barro y de doña Ignacia Gómez. Por lo que respecta a doña Filomena de los Santos, esposa de don Miguel, al parecer fue bautizada en Saltillo el 5 de julio de 1809 como María Marcial Filomena Santos Gómez, hija de don Pedro de los Santos y de doña Ana Petra Gómez, pareja que contrajo matrimonio el 10 de enero de 1801, en Saltillo. 

El bisabuelo materno de don Eulogio, don Manuel del Barro fue bautizado en el Sagrario de Saltillo el 4 de noviembre de 1778, como “Josef Manuel Barro García”, hijo de Joaquín Barro y Francisca García. Casó con doña María Ignacia Gómez, el 25 de agosto de 1803, en Saltillo. 

El tatarabuelo materno de don Eulogio, don Joaquín Barro Arizpe fue bautizado en Saltillo el 25 de marzo de 1742, con el nombre de “Joseph Joachín  Benito Barro Arispe”, hijo de don Juan del Barro y Viedes  y de doña Juana de Arizpe. Casó con doña Juana Francisca García, el 7 de noviembre de 1764, en Saltillo. 

El retatarabuelo de don Eulogio (o abuelo cuarto) don Juan del Barro y Viedes, era de origen peninsular. Fue hijo de don Juan del Barro y de doña María de Viedes. Nació en Viedes, en Asturias, hacia 1710. Embarcó a Nueva España, y se estableció en la villa de Santiago del Saltillo, donde casó y se convirtió en el genearca  de los Barro. 

Don Juan casó con doña Juana de Arizpe y de los Santos Coy, en Saltillo, el 2 de octubre de 1736.  Ella era hija de don Santiago de Arizpe y de doña Juana de los Santos Coy. Sus abuelos paternos fueron don Juan de Arizpe y doña Ana de Cuéllar. Sus abuelos maternos fueron don Diego de los Santos y doña María de Farías, todos ellos considerados descendientes de los primeros pobladores y conquistadores de la villa de Santiago del Saltillo. 


sábado, enero 26, 2013

137 aniversario luctuoso del Gral. Jesús González Herrera




Nuestra tierra lagunera ha contemplado muchas escenas de agresión despiadada. Por lo general, cuando pensamos en violencia en La Laguna, pensamos en las batallas de la Revolución, particularmente en los lamentables sucesos del 15 de mayo de 1911 perpetrados contra los miembros de la H. Colonia China.

Sería casi interminable dar cuenta de todos y cada uno de los hechos de sangre provocados por los indios agresores contra los colonos de La Comarca, durante cientos de años. No olvidemos que el lugar en el que se asienta Torreón fue parte del territorio misional jesuita desde 1598, una región “de frontera”, es decir, de choque de culturas, y que muchos arrieros, comerciantes, militares y civiles de todas las edades murieron de manera atroz en estos lugares, a manos de los indios.

Durante el último tercio del siglo XIX, en el año de 1876, hubo una matanza que hizo que dos militares fueran apodados por el resto del país con los nefastos epítetos de la “Pantera de La Laguna” y el “Tigre de la Concepción”. De ésta nos da noticia el diario “El Pájaro Verde”, periódico de la ciudad de México propiedad de Mariano Villanueva y Francesconi.

Un artículo del jueves 18 de enero de 1877, fue dedicado a narrar y comentar la “escandalosa carnicería” en la cual murió el general Jesús González Herrera, conocido prócer lagunero. Menciona que don Evaristo Madero, alarmado por la presencia y el pronunciamiento político del general en Parras, mandó llamar al ex coronel Lerdista Doroteo Rosales. Y aunque González Herrera se retiró, apenas transcurridas 24 horas, hacia el poniente, a la Comarca Lagunera propiamente dicha, aún así la persecución continuó por cuenta de Doroteo Rosales y Toribio Regalado. Y dice el periódico:

“Todos saben el trágico desenlace de la horrible catástrofe que tuvo lugar el 26 del mismo enero [de 1876] en la Hacienda de La Concepción: ahí la desventaja del terreno y la superioridad numérica, fueron los elementos que dieron el triunfo a las huestes desordenadas de Rosales.

La simple relación de los episodios de esta jornada, hacen crispar los cabellos a los hombres de valor más estoico: fue una espantosa hecatombe en la que corrió la sangre de muchos desgraciados , que rendidos y postrados de hinojos, imploraban la conmiseración de los vencedores; pero todo fue en vano, los feroces soldados de Rosales, a imitación de sus jefes, daban muerte a una multitud de infelices, desoyendo las súplicas de perdón de los vencidos, los cuales recibían por única contestación, un balazo o un sablazo”. Y continúa el relato:

“Este cuadro era verdaderamente desgarrador… a la detonación de las armas de fuego se sucedían las estrepitosas carcajadas de los sanguinarios soldados de Rosales, como satisfechos de haber saciado su sed de sangre. Concluido el drama sangriento, el cadáver del infortunado general Jesús G. Herrera fue acribillado a balazos y a sablazos”.

Por estas sangrientas hazañas, Toribio Regalado y Doroteo Rosales fueron motejados “La pantera de La Laguna” y “El tigre de La Concepción”, respectivamente.


martes, enero 22, 2013

La casa llamada "de la francesa"



La ciudad de Torreón, aunque relativamente joven, cuenta con algunos edificios centenarios o casi centenarios. Para nuestra fortuna, existen documentos que nos hablan de los orígenes de algunos de ellos y de quiénes los habitaron. De otros, solamente contamos con noticias inciertas o leyendas. Una tercera categoría cuenta con documentos históricos y a la vez con leyendas que los califican y explican a partir de la percepción popular. 


Uno de esos edificios que poseen historia y leyendas es el que se encontraba ubicado en la esquina de la calle González Ortega y avenida Allende de Torreón. El frente, con arcos, miraba hacia la alameda; los balcones y las caballerizas, hacia la calle. Para mayor referencia, la parte baja de esta casa sirvió muchos años como Oficialía Tercera del Registro Civil de Torreón, y en la actualidad, en su costado prospera un conocido negocio de tatuajes. 

Se trataba de una casa habitación construida por don Eulogio Valdés Barro para su esposa, la señora Lázara Carrillo de Valdés, y sus hijos, en los años finales de la era porfiriana,. Don Eulogio era un próspero hombre de negocios cuya casa comercial operaba bajo la razón social de “Eulogio Valdés Barro y Hnos” Comerciantes en ganadería de Torreón, con sucursales en Gómez Palacio, Dgo., en San Pedro y en Matamoros, Coah. 

Como cualquier otra casa de la región, ésta que mencionamos conoció épocas de alegría y también de tristeza. De esta casa partió hacia la parroquia del Carmen el cortejo fúnebre del joven Salvador Valdés Carrillo, hijo de don Eulogio y de doña Lázara. La fecha, un lúgubre día de 1920. Hasta aquí llega la historia documentada.


La última chimenea en pie

La leyenda, siempre más atractiva que los formales documentos,  le atribuyó a esta casa un oscuro destino. Se decía que en ella había ocurrido una tragedia. Que en alguna fecha incierta del pasado, una señora francesa había sido asesinada (Todavía a principios del siglo veinte, el habla popular designaba como “francés(a)” a quienes lo eran por nacionalidad, o bien a las personas que por ser rubias y de ojos claros parecían serlo). En la era de Porfirio Díaz, lo francés estaba de moda. Sigue la leyenda contando que al tratar de robarla, unos malvados ladrones la mataron a sangre fría sin lograr su cometido. Que desde entonces el alma de la señora penaba por todo lo que había sido su casa. Que la difunta sabía dónde estaban enterrado el oro que buscaban los ladrones y la aparición lo custodiaba noche y día asustando a quien se acercara al sitio. Desde luego, el fantasma inquieto sería el de doña Lázara Carrillo de Valdés, quien efectivamente, fue asesinada en las caballerizas de su casa. 

Otra leyenda relacionada con esta casa, y que tiene muchas probabilidades de resultar verdadera, no tiene nada de trágico. Se dice que muy abajo de sus cimientos existe todavía un canal embovedado que venía desde el viejo edificio de la aduana (ahora convertido en banco, Juárez y González Ortega), cruza la alameda y sigue hacia el norte. Que a veces lleva agua y que eso explica la terrible humedad de las casas y edificios del rumbo. Se cree que ese túnel embovedado venía en realidad del Canal del Coyote, y que desde 1898, servía para regar los árboles de la entonces recién creada alameda. Cuando la ciudad creció, el canal fue embovedado, como se hizo con el canal de La Perla. 

martes, enero 15, 2013

Los helados de mi infancia


15 de abril de 1967

9 de mayo de 1990



A medida que adquiero edad, muchas impresiones de mi infancia en Torreón, mi ciudad natal, me vienen a la memoria. Algunos de ellos están relacionados con el Bosque Venustiano Carranza, del cual vivía no muy lejos. Recuerdo que los domingos, de mano de mis hermanos mayores, íbamos a comprar unos rehiletes de madera, los cuales volaban a manera de helicópteros si uno les daba el impulso haciendo fricción con las palmas de las manos. La persona que los confeccionaba, que a mí me parecía ser el guardabosque, tenía grandes botes de olorosa pintura con la cual les daba un baño de color a los juguetitos. Un color por aspa. A la hora de volar, el movimiento circular creaba la ilusión de monocromía.

Recuerdo que entonces, el mismo bosque se encontraba habitado por grandes venados (quizá por mi pequeñez me parecían como caballos) que deambulaban con toda libertad por el parque. De la mano de mi hermana mayor (alumna del Colegio La Paz, separado del bosque por una calle) los miraba desde una muy prudente distancia, siempre listo para emprender la carrera si el venado se acercaba demasiado. Luego, desaparecieron de mis recuerdos del parque. Posteriormente me enteré de que a los venados se los llevaron al rancho de un gobernador. Al parecer, a causa de las quejas de algunos transeúntes, que decían haber sido agredidos por los animales. La fauna del bosque cambió por tlacuaches o zarigüeyas, perros y gatos. En los árboles, urracas o chanates, palomas torcaces, búhos y tecolotes. Y los príncipes del canto, los cenzontles.

El cielo de los años cincuenta es algo que tengo muy grabado en mis recuerdos. Era un cielo de un azul profundo, transparente, luminoso. Quizá sea por ese cielo que mi color favorito sea precisamente el azul. En la actualidad, lo usual es que nuestro cielo, el cielo de Torreón, sea terroso, humoso, blanquecino por la infinidad de partículas de tierra y de residuos de combustibles quemados que flotan en el ambiente, a causa de la circulación de miles de vehículos. Por otro lado, recuerdo que las lluvias eran más frecuentes, tanto en invierno como en verano. Probablemente mantenían más limpio el aire, y más apretada la tierra.

El helado es un manjar exquisito en una ciudad como Torreón, donde la temperatura de verano fácilmente pasa de los cuarenta grados Celsius. Si se trataba de helados comerciales, había unanimidad entre los adultos, y sobre todo entre los padres de familia, que la marca “Willy” era muy higiénica y segura. A los niños nos daban siempre permiso de tomar helado de esta fábrica. Era muy común que los “paleteros” recorrieran las calles de la ciudad con sus carritos blanco y rojo de tres ruedas, haciendo sonar sus campanillas.

Bastaba escuchar esas campanitas a lo lejos, para que en cualquier hogar con niños, se produjera un verdadero motín. Mientras uno de los niños o adultos le gritaba al paletero que en ese hogar se le compraría mercancía, se realizaba el reparto de monedas para los niños y los encargos de los mayores. Paletas de agua y de crema, de variados sabores, limón, fresa y tamarindo y vainilla las más sabrosas, de a veinte centavos cada una. Los vasitos de nieve de agua de la misma marca, ordinariamente de exquisito limón, costaban cincuenta centavos. La nieve de limón, de color verde pistacho, venía en un vaso encerado, cubierto con un cuadrito de papel, acompañado de una cucharita plana de madera. Había también vasitos de nieve de crema, igualmente deliciosa. Los famosos “esquimales” eran paletas de nieve de crema, recubiertas de una capa de chocolate. Venían metidos en su bolsita de papel impermeable, y eran muy solicitados. Había algunas fuentes de sodas, algunas en kioscos, donde se podía pedir un cuadro de nieve Willy. Este se servía cubierto con un toque de jalea o mermelada. En estos lugares, ordinariamente se pedía también un vaso de gaseosa, “agua celis” de diversos sabores.

Otra empresa que fabricaba nieve en Torreón, era la “Nevería Estrella” en avenida Escobedo y calle Degollado. Era esta una nieve de agua y de crema, de diversos sabores, batida y esponjosa. Tenía fama de ser “la más cara, pero la más buena de Torreón” según su slogan. Y no estaba lejos de la verdad. Esta nieve era la de las “ocasiones especiales” como las piñatas, los cumpleaños, los días de festejar a la madre. En el mismo lugar, la Nieve Estrella contaba con un restaurante que hizo mis delicias por mucho tiempo. Se servía ahí una hamburguesa de res acompañada de una bola de ensalada tipo rusa, que era riquísima. Bueno, al menos a mí y a muchos otros nos lo parecía. Desde luego, había malteadas, Ice Cream, banana split y nieve en todas sus presentaciones.  

Entre los neveros ambulantes, se encontraban aquéllos que confeccionaban su producto de manera artesanal, con garrafa. La nieve de “don Goyo” era muy famosa. Solía estacionar su triciclo en la avenida Allende y calle García Carrillo, justo en la salida del colegio conocido como coloquialmente como “el Hispano”.

Este cronista era adicto a un helado de garrafa, sabor vainilla, que se vendía en la esquina noroeste del ya desaparecido Mercado Villa, en calle Ramón Corona y avenida Allende, ahora Plaza Mayor. Un “señor ya grande” (es tan relativa la percepción de la edad cuando uno es muy joven) estacionaba ahí su vehículo, una suerte de carreta de madera, pequeña y de dos ruedas que solía empujar él mismo. Sobre ella iba una garrafa grande, de lámina galvanizada, llena de nieve, la cual servía en conos fabricados con cacahuate (maní) con un toque de jalea de fresa o frambuesa. El Colegio Mijares quedaba apenas a dos cuadras de este lugar.

Otro tipo de helado, que en Torreón era “el helado” por antonomasia y cuya venta se realizaba de manera ambulante, era el que se fabricaba en pequeños conos truncos de aluminio. Siempre era de vainilla. Los había en dos presentaciones, la más cara, con pasas integradas al helado.

Pero el rey de los helados en la Comarca Lagunera, por más de un siglo, lo ha sido “Chepo”, cuyo establecimiento original se encontraba ubicado en la conurbada ciudad de Lerdo, Durango. Durante muchísimo tiempo, se vendió solamente allá. Así que había que ir a comprarla y a consumirla al Estado de Durango.

Un paseo bastante habitual para los domingos en los años cincuentas, era ir de Torreón a la plaza principal de Lerdo, donde se encontraba el expendio de la nevería. Alrededor del establecimiento había mesitas y sillas para la clientela, que solía ser excesiva. En aquellos años, era rarísimo hacer cola (fila) para comprar alguna cosa, excepto por los boletos de los estrenos de los cines en domingo. Y para comprar esta nieve, había que hacer colas. 

El paseo continuaba hacia Raimundo, donde uno podía refrescarse con el viento que se filtraba entre los árboles de las riveras del Nazas, árboles de cuyas ramas pendían primitivos columpios para diversión de los visitantes. El olor de los elotes “tatemados” y hervidos llenaba el ambiente. Era muy frecuente encontrarse ahí con vecinos y conocidos, pues nuestra ciudad aún era pequeña.


lunes, enero 14, 2013

Las "reliquias" falsas


Imagen de La Jornada 


Una interesante nota aparecida hoy 14 de enero en el diario “La Jornada” revela que los “huesos patrios”, es decir, los despojos mortales que se conservan en la columna de la independencia de la ciudad de México, en realidad corresponden a muchas personas, entre ellas mujeres y niños, y hasta venados.

La noticia tiene por fuente al Instituto Nacional de Antropología e Historia, cuyos especialistas trabajaron en el examen forense de dichos huesos con antelación a las fiestas del Bicentenario 1810-2010. A pesar del dictamen de los científicos, el gobierno de Calderón mantuvo la farsa de la “autenticidad” y “sacralidad” de los huesos de los próceres, para quienes se organizaron solemnes desfiles y exhibiciones, una de ellas en el Palacio Nacional.

Evidentemente, el gobierno de Calderón aprovechó la farsa para incrementar el fervor patrio y apuntalar su gobierno, en su momento tan cuestionado en diversas áreas y por diferentes organizaciones por razones de legitimidad electoral o de derechos humanos. El hecho de que el INAH recibiera instrucciones de reservar la información para darla a conocer cuando Calderón ya no estuviera en el poder, lo indica muy claramente.

Que un gobierno le mienta a la ciudadanía, es un problema muy serio, hasta por un asunto de huesos viejos. Porque, ¿cómo distinguirá después el pueblo, entre lo verdadero y lo falso? ¿Cómo sabrá que no se le engaña en otras cosas de mucha mayor envergadura?


viernes, enero 04, 2013

Núñez de Esquivel, cartógrafo lagunero



No son muchos los mapas coloniales que han llegado hasta nosotros de lo que se llamara “El País de La Laguna”, región que hoy conocemos como Comarca Lagunera. Tenemos los que se encuentran en el Archivo Militar de Segovia (España) que son interesantes para su historia hidrológica —entre otras cosas— y que fueron elaborados en el siglo XVIII. En una copia que nos hizo llegar nuestro buen amigo el investigador español José María Ruiz, se observan con toda claridad la Laguna de Parras, la de Tlahualilo y la del Álamo (Viesca), así como las rutas comerciales de esta región de la Nueva Vizcaya. 

Hace tiempo circulan en la Comarca Lagunera copias de un mapa, al parecer a su vez copiado del original en Saltillo el 15 de marzo de 1890. Este mapa dice ser obra de Melchor Núñez de Esquivel, joven de 19 años de edad en 1787, año en que dice haberlo dibujado. El mapa es tenido por auténtico, y de hecho lo es, pues tenemos otros similares dibujados por el mismo cartógrafo, en el mismo año, y que se encuentran a buen resguardo en Sevilla. Este mapa del que hablamos, que podemos denominar el mapa “glosado”, aporta datos muy interesantes para la historia económica colonial de la región. La jurisdcicción de Parras abarcaba la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango en esa época. La familia Núñez de Esquivel ciertamente era conocida y estimada en Parras en el siglo XVIII. El miembro de esta familia citado en testimonios documentales de Parras en los setecientos ochentas es el notario público Juan de Dios Núñez de Esquivel. En los registros parroquiales de matrimonio consta el enlace de María Phelipa Núñes de Esquibel con Jose George Pérez Monzón. Melchor debió ser hermano de ésta última. 

Los datos que aporta el mapa en cuestión indican que el autor no recordaba el nombre exacto del jesuita fundador de Parras en 1598, (al dibujar su mapa, ya no pudo consultar a los jesuitas, que  ya habían sido expulsados) ni tampoco el nombre con que se conocía antiguamente la sierra de Parras (Pirineo). La inexactitud del dato demuestra que quienes conservaban la memoria de la fundación del País de la Laguna, era precisamente la Compañía de Jesús en sus Annuas o Crónicas Anuales. Pero la fundación de la comarca era historia relativamente antigua en la época en que se dibujó el mapa. Pero en su historia coetánea, Núñez de Esquivel resulta mucho más exacto. Hace referencia a la “hystoreta” o “hystorieta” del presbítero José Dionisio Gutiérrez, escrita en 1777, la cual conoce y tiene por fuente confiable. Todavía a finales de la era virreinal, “historieta” era usado como diminutivo de “Historia”. Es decir, el término se refería a un trabajo no muy extenso de historia. 

Por otra parte, el contexto muestra claramente que Núñez de Esquivel la tiene por válida y autorizada. Vid  Diccionario de la Lengua Castellana por la Real Academia Española. Quinta Edición. 1817. La “hystorieta” documento fue desconocido hasta casi el último tercio del siglo XX, no hace mucho fue publicada por la Universidad Iberoamericana Torreón en su “Tríptico de Santa María de las Parras” .   

El cartógrafo es claro al hablar de la importancia que tuvo la producción de vinos y aguardientes para el pueblo de Parras, y de cómo esta actividad generó riqueza. Pero existe una referencia particularmente interesante sobre el cultivo del algodón en 1787. Y como Núñez de Esquivel menciona que también el lino se daba bien cuando tenían agua para cultivarlo, esto nos hace pensar que es muy probable que el cultivo de estas fibras haya sido estimulado por la Real Audiencia de México en 1785, año en que envió un Bando para fomentar el cultivo del lino y el cáñamo. 

Este bando fue recibido en una época en que en Parras ya no resultaba tan redituable la vitivinicultura, y seguramente los habitantes que podían buscaban la explotación de nuevos cultivos comerciales. Esto explicaría por qué a finales de 1824 había en Parras tantos hiladores y tejedores de algodón de diversas calidades. No progresó el cultivo del lino ni del cáñamo, pero sí el del algodón. 

Con el objeto de disfrutar del contenido de este mapa, se transcriben a continuación los textos que contiene:

Esquina superior derecha (desde el lector). 

“El pueblo de Santa María de las Parras se fundó el año de 1595 y sig(u)ientes, cuya fundación celebró Antón Martín Zapata, y el Padre Augustín Parra  [Agustín Parra”. Se refiere al padre Agustín de Espinoza, jesuita.  Jesuita, con yndios y algunos españoles] Creciendo el cultivo de viñas fondo de este pueblo se avecindaron muchas gen(tes) principalmente mulatos, y negros, uniéndose por matrimonio con los yndios, y lo mismo hisieron algunos españoles.

Gozaron los yndios de mucha riqueza por el basto comercio de Aguardiente y Vino, y de esta última especie se usa con seguridad en toda la América y para el Santo Sacrificio de la Missa. 

Con la succesión de los tiempos se comenzaron a enajenar las heredades de los yndios en los españoles que hoy tienen muchísimas.

Fueron aquellos primeros yndios muy Cathólicos y devotíssimos; muchas de sus fincas reconosen h(as)ta el día obras piadosas en culto de Dios n(ues)tro S(eño)r y de sus santos.

El temperamento de este d(ic)ho Pueblo es caliente y seco en general; llueve poco, los rosíos son escasos y por esta causa solo al venefisio de el regadío se dan las semillas de primera necesidad, q(u)e siempre son también escusas por la falta de aguas para fecundisar el terreno, q(u)e teniéndolas produse con buena correspondencia todo género de granos, legumbres, algodón, y buen lino.  

Sus abitadores son robustos, buenos trabajadores, y longevos, recularmente son plectóricos por la indulgencia del Vino y Aguardiente, lo que origina algunas aplopegías sanguíneas todos los años.

La uba de este d(ic)ho pueblo y sus frutas de estío son excelentes y abundantes, secas surten a la América; su comercio fue rico, pero en el día está destraido por el poco valor de sus hermosos y legítimos caldos”.   
    
Parte superior, al centro- 

“Norte. Salinas. La ubicación de éstas se halla immediata al Pueblo del Álamo a distancia de tres leguas poco más o menos, y su extención corre de Oriente a Poniente, y crían mucha sal, es como la común de las demás salinas de esta América según la comfiguración de sus partículas cúbicas; es saludable p(ar)a el uso de las (...) su abundancia admira y también su antigüedad, pues se infiere vivió sobre ellas o a sus orillas la Nación de yndios Salineros que sin duda comerciarían a su modo con otras naciones”.    

Parte superior, esquina izquierda. 

“Entre los grados 274 y 278 de longitud en la Nueva Viscaya a 26 y 23 de latitud se hallan los lugares del Saltillo, Parras, Pueblo del Álamo, Hornos y Cuencamé colocados de Oriente a Poniente. Por este rumbo de norte situación del gran Bolsón de Mapimí se asegura haver otra gran salinera en un paraje que llaman Mogano cuyo registro se hace difícil por ser continua havitación de los crueles Apaches, su mucha distancia y escases de agua”. 

Centro centro. 

“Laguna de Parras le llaman impropiamente porque no es un grande Estanco de Aguas, sino varios esteros, o grandes o pequeños, en q(u)e se absorven las Aguas de los Ríos de Buenabal y Nasas. Se cría mucho pescado vagre y dando mucha volatería y fieras. Fue d(ic)ha laguna havitación de muchas Naciones o Rancherías de yndios. Hasta mediados del siglo pasado havía missiones de Jesuitas desde los Hornos hasta Baicuco, San Pedro y San Lorenzo. Las generaciones de yndios según los Libros de Parroquia en la Hystoreta de La Laguna por el Lic. Dn. José Dionicio Gutiérres, actual cura de Parras, fueron  = Vahaanes, Guitazos, Obracanos, Cavezas, Salineros, Colorados, Comanos, Tobosos, Mayos, Vayamares, Pies de Benado, Jetecoras, Huesates, Orayas, Matachichigüas, Guatimazas, Yurigayos, Yritilas, Manos Prietas, Huamanas, Tepas, Cacalo, Alazapas, Cien Orejas, Guadianamates, Coparanes, Tilporas, Libosporanes, Concores y Coagüilas”. [En general, la relación de nombres coincide con algunos de los que aparecen en los libros de parroquia en la trascripción publicada por el padre Churruca Peláez et al. El sur de Coahuila en el siglo XVII. Torreón. 1994].

Esquina inferior izquierda. 

“El Pueblo del Álamo lo fundó el cura del Pueblo de Parras Dn. Manuel Valdéz, con algunas familias de d(ic)ho Pueblo en 1732. De temperimento es calientemente sensible, goza de mucho agua de la q(u)e está sercado por su parte Occidental. Tiene serca las salineras. Su Atmósphera es opaca a causa de muchos vapores de el Agua y Ciénegas. Sus abitadores son longevos, algo ociosos. Es muy fértil para granos y muy pobre”.  

Anotación a la Sierra de Jimulco. 

“Sierra de Ximulco, antigüo mineral abandonado por las crueles incurciones de los Bárbaros, tiene mucha madera útil para fábricas. Hubo ene sta sierra mucho antez agua”. (El mapa pone en sus faldas la “Laguna Seca”)

Anotación a la Sierra de Parras. 

“Sierra de Parras nombrada los Montes Reineos [Pirineos] es de mucha altura poblada de madera en su cima y cañadas, pero imposible de sacarla. Tiene poco agua”. 

En la esquina inferior derecha, aparecen la nomenclatura y claves de todo el mapa.

A. Pueblo de Parras; B. Haz(iend)a de S(a)n Lorenzo; C. Estan(ci)a de Patagalana; D. Rancho de la Gotera; E. Haz(iend)a de Castañuela; F. Haz(iend)a de Patos; G. Villa de Saltillo; H. Sierra de la Payla; I. Haz(iend)a de la Peña; J. Ci(e)nega del Álamo; K. Las Salinas; L. Pueblo del Álamo; M. Los Hornos; N. La Laguna Seca; O. Charco de Tejas; P. La Sauceda; Q. La Joya; R. Estancia de san Juan de Casta; S. Real de Mapimí; T. Re(a)l de Cuencamé; V. La Punta; X. Cañón de Agüichila; Y. Sierra de Parras; Z. Santa Bárbara”. Finaliza el mapa con este texto: “DIBVXADO POR MELCHOR NVÑEZ DE ESQUIBEL; AÑO DE 1787; EN PARAS DE EDAD DE 19 AÑOS”. “Es copia. Saltillo; Marzo 15 de 1890”.