Escudo de Torreón

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martes, julio 01, 2014

Educación de ayer y de hoy




Una nota periodística del corresponsal de “El Demócrata. Diario Constitucionalista”, fechada el 11 de diciembre de 1915 (hace 99 años) nos da a conocer que el Gobierno del Estado de Coahuila dispuso que en Torreón fueran abiertas tres escuelas para la instrucción “del proletariado”.

El objetivo era que los obreros torreonenses lograran un “pronto mejoramiento intelectual”. Estas escuelas ya tenían días funcionando, y se encontraban ubicadas, una en el edificio de la Escuela Benito Juárez, otra en el edificio de la Escuela Hidalgo, y la tercera, en la Escuela Número Dos.

Se tuvo mucho cuidado en la elección del personal docente, del cual se dijo que se encontraba garantizado por su instrucción y moralidad.

Este tipo de mejoras en la calidad de vida de los obreros, fueron algunas primicias de la Revolución Mexicana (en su etapa constitucionalista) en nuestra ciudad.

Para cambiar de tema, debo señalar que pareciera que en México nos cuesta demasiado trabajo ponernos en los zapatos del otro. El “otro” suele ser una simple idea, una abstracción que no conocemos personalmente ni valoramos. Por lo general, su sentir nos resulta indiferente. Y muchas veces, hasta nos reímos de su mala suerte.

Esa capacidad de sentir con el “otro” suele ser llamada “empatía”, y su ausencia denota una gran pobreza para la vida social. Quizá sea por eso que a la generalidad de los mexicanos se nos dificulta tanto el trabajo en equipo, porque nunca nos ponemos en el lugar del “otro”, ni nos interesa hacerlo.

¿Cuánto valoramos la integridad o la vida de los demás, si somos tan capaces de embriagarnos hasta decir “basta”, y aún así, manejar nuestros coches como si nada?

Bien pudiera ser que tengamos la conciencia y la mente cerradas, al punto de que no seamos capaces de imaginar la enorme facilidad con que podemos generar accidentes. Parece que a nadie le importan las “pequeñas” situaciones que pueden convertirse en grandes desastres. Muchos culpables suelen confesar “nunca pensé que esto pudiera ocurrir”. Pero ahí está el problema: ¿por qué somos tan incapaces de evaluar, de proyectar nuestras acciones al futuro inmediato en función de la integridad, de la salud y de los derechos de los demás?

Muchos otros manejan sus frustraciones por medio del acoso, de la agresión contra los demás, o peor aún, contra todo lo que se mueva. No son personas que busquen ser felices, buscan hacer desgraciados a los demás, hasta la destrucción misma, si fuera posible. No podemos seguir viviendo en el mundo mágico de la irresponsabilidad, donde las cosas nunca pasan, o donde se arreglan solas o a base de influencias y “mordidas”. Ser humano significa ser responsable. Y si verdaderamente los humanos somos los seres más inteligentes de la creación (lo cual creo que estamos autorizados a dudar con cierta frecuencia) será para crear bienestar para todos los seres vivos de este planeta, comenzando por nuestros semejantes. ¿De qué sirve la inteligencia si no es empleada responsablemente, de manera constructiva?

Debemos educar a las nuevas generaciones bajo el principio de que vivir en sociedad implica velar, de manera responsable, por la seguridad y el bien común.


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